el escritor es un samurai


miércoles, 28 de abril de 2010


Redactar, narrar, se me hace tan complejo. Uno siente con facilidad aspectos problemáticos de lo literario ante los que le resulta imposible no detenerse, la imposibilidad de una comunicación plena a través de la palabra, la cadencia rota en favor de una trama más ágil, sacrificar lo revelado con la vana ilusión de que la propia historia sea capaz de hacerlo llevar por sí misma a cualquier lector, inventar personajes que no pueden desprenderse de lo que eres, de lo que ves, de lo que vives, *lo incompleto de la escritura como arte, aspectos que pueden tratarse en el poema o en la disertación metaliteraria ofrecen una gran resistencia en la construcción de historias, para lo narrativo. Porque narrar implica desarrollo, personajes y sucesos, capacidad expansiva, concreta, allí donde la síntesis abstracta se me impone, a menudo con un vuelo versátil propio del poema que no es más que disfraz, palabra enmascarada y huérfana de género que se pierde sin solución.



*digamos que es lo incompleto de la escritura como arte a diferencia de por ejemplo la pintura o la música.

miércoles, 21 de abril de 2010



En la forma de una sola palabra sin querer desde el cielo el cuchillo puede clavarse irremediablemente en la inmensa carne de madera por la que fluye la sangre estrangulada.

Con ese filo en la garganta propia no duda nadie que yo sepa su nombre estremecer aunque a veces sea inevitable por ejemplo temblar deshidratado en la nieve de temperaturas altísimas, en desiertos parajes, rodeado de frío o de puro fuego, sin flores que sentir en los ojos helados, indiferentes ante los rayos penetrantes de un sol plastificado que extraño alumbra noches y noches, mis ojos junto a la arena descolorida de esta playa de hielo que endureciendo el paisaje se extiende hasta la última avenida de un sosiego insípido, tú en diciembre fumando cigarrillos, esperando en la casita mis cartas, felicitaciones, posdata, más... con el aire en el iglú de cristal junto a nubes blanquísimas y enormes, deseando arriba, transviviendo, muy lejos de estos cuerpos chamuscados que apestan a temor y olvido.