el escritor es un samurai


domingo, 18 de julio de 2010

TRES

Aquella mañana salí hacia el pueblo con Pietro para desayunar y comprar algo de comida en la tienda, aproveché el paseo para hablarle del personaje que estaba introduciendo en mi novela y de mi dificultad para situarme en su cultura procedente de Italia. Al llegar a Río Hule las montañas desaparecían y podías ver el Rugaseo atravesando la llanura hasta perderse invisible en el horizonte, era difícil imaginar que algo así tuviera su fin en el mar. Pietro sacó de su bolsillo la navaja para cortar el pan que todavía estaba caliente y me ofreció un pedazo generoso.

- En esta comarca todo es aridez. Voy a empezar una serie de oleos con esa temática, pintaré un río tan sucio y ridículo como éste - decía mientras yo me llevaba el trozo de pan a la boca-, y al fondo la seca vegetación y quizás aquel monasterio olvidado de arriba.

Regresamos por el camino agreste hasta la residencia en lo alto de la serranía. Al llegar Sara nos saludó desde el mirador y nos hizo una señal para que compartiésemos con ella algunos cigarrillos. Nos contó que la pareja de argentinos había marchado esa mañana y que Ingrid estaba recogiendo todo para irse por la tarde.

- Entonces nos quedamos solos – dije.

Apuraba mi cigarro observándola, por un instante descubrí en sus rasgos y en sus formas respuestas concretas a ese personaje difuso que estaba empezando a construir.

- Sí, pero tres son multitud – dijo irónicamente Pietro.

- Preferible la multitud y el caos a la monotonía de una pareja convencional – sentenció ella.

- ¿Alguién ha hablado de pareja? - pregunté confundido.

- Tu problema es que siempre te das por aludido hermano – señaló Pietro.

- El artista no puede salir de su subjetividad – afirmé.

- ¿Qué os pasa tontos? pensaba en la pareja que se fue esta mañana sin despedirse.